viernes, 25 de mayo de 2012

El Calderón que todos conocemos

 Reseña

Por Sinuhé el perdido

En el 2006 Felipe Calderón fue electo presidente de México. Para muchos mexicanos, este sexenio, el cual está a punto de terminar, es considerado uno de los más sanguinarios en la historia del país. En primer lugar, por los resultados cruentos de una guerra ficticia impuesta por el mandatario ejecutivo. En segundo, por la poca empatía que generó el presidente Calderón hacia los mexicanos.

Esta poca empatía se originó a partir de los resultados electorales del 2006. Ante muchos mexicanos, Calderón llegó a la presidencia de una forma muy dudosa. A pesar de todos los documentos publicados, que de alguna manera denunciaron el fraude, la legitimidad del supuesto presidente fue siempre objeto común del escrutinio nacional.

Este fraude marcó un punto de inflexión en la historia de la democracia en México. Punto que fue callado, hasta cierto punto, por una estrategia sacada de la manga. Para legitimar su gobierno falso, Felipe Calderón impuso una guerra ficticia y sin logro. Pues, es bien cierto que una guerra que no se puede ganar es una guerra perdida. Al parecer el presidente no tomó en cuenta este detalle y las consecuencias debastadoras ya todos los mexicanos las conocemos.

Hoy, al termino de su sexenio, podría parece ilógico examinar y juzgar la trayectoria de un gobierno en salida. No obstante, Julio Scherer, desde el punto de vista periodístico, lo logra, pues nos recuenta un expediente lleno de juicios contundentes y opiniones fundadas que poco a poco va reconstruyendo la verdadera figura de Calderón: Un presidente alcohólico y ansioso de poder.

Es así como Scherer en su nuevo libro Calderón de cuerpo entero, por medio de investigaciones documentales, testimoniales y reflexivas, traza el perfil del personaje que para legitimar su poder convirtió al país en un campo de batalla, donde la guerra militar y política se volvió cada día más anímica.

Conocemos a Calderón y los miles de muertos que ha dejado su guerra fallida. Scherer sólo nos refresca nuestra visión. Nos da pautas contundentes y nos demuestra que el ejercicio periodístico es la mejor arma para diseccionar los más oscuros objetos del poder.

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